jueves, 29 de enero de 2009

DOS HERMANOS



ANDRÉS Y CARLOS

Andrés y Carlos son hermanos gemelos, tan iguales, que, incluso a veces, sus propios padres tienen problemas de identificación.

Los dos estudian tercero de Químicas. Andrés, peor estudiante que su hermano, se arrastra como puede y, aunque no se sepa, es tremendamente nulo en las reacciones químicas, viviendo a costa de su hermano Carlos. Éste, buen estudiante y trabajador incansable que puesto a trabajar se olvida del tiempo y de su existencia. Cuando inicia un trabajo en el laboratorio se abstrae de tal manera que, si no se le advirtiese del tiempo y de los objetivos, continuaría con las pruebas y reacciones hasta obtener, por sus propios medios, los pesos atómicos de los elementos...

Al finalizar el curso pasado, ambos se inscribieron en un concurso de becas para estudiar, dos años, en una prestigiosa universidad americana. Por las mismas fechas, la Facultad ofreció a Carlos la posibilidad de ser, en el curso siguiente, ayudante del profesor de prácticas,

Las pruebas, aunque con suficientes temas teóricos, fueron eminentemente prácticas. Los concursantes sudaban con sus pipetas, matraces, probetas, reactivos y cuantos instrumentos de laboratorio puestos a su disposición necesitaban, para rápidamente anotar en sus folios sellados los resultados o hallazgos obtenidos

Finalizado el tiempo, cuando todos los participantes se disponían a entregar sus ejercicios, alguien cae, Carlos tropieza y sus folios vuelan por el aula. Andrés se apresta a recoger las hojas, las iguala y entrega a su hermano. Éste firma la contraseña y entrega los folios al profesor vigilante y responsable de turno.

Carlos es, este año, encargado de prácticas de su curso. Andrés estudia en una prestigiosa universidad americana.

LOS MILAGROS DE DOM GENARO

Los Milagros de Dom Genaro Manos Largas

El Monasterio de Llanura Perdida guardaba la frontera entre España y Portugal.
Allá por los albores del S.XVIII, estaba regido por el Abad Mitrado Dom Genaro Manos Largas, apodo popular, pues en el mundo se llamaba Don Fernando de Antequera y Murcia y en Religión Dom Genaro de la Pureza de Santa María Magdalena. Apodo místico y profético, pues era conocido por sus numerosos milagros, tanto presenciales como a distancia, siempre dudosos e interesados. Evidentemente, éstos eran los más celebrados y en particular “las ayudas a concepciones difíciles”.
El Regidor de aquellos pagos, D. Celedonio Vicioso del Gineceo, conocido por su gusto por los deleites carnales, mujeriego de profesión y putañero de afición, tenía por esposa una mujer guapísima, buena moza, lo que hoy llamaríamos “una real hembra”; ilustrada y de familia muy rica, llamada D.ª Matilde de Aragón y Vigo.
El matrimonio Celedonio – Matilde no tenía descendencia. En el pueblo se decía que, D. Celedonio llegaba a su hogar tan cansado y gastado, que no era capaz de atender, como merecía, a su santa esposa, que como tal era considerada, pues en otros foros se afirmaba que D.ª Matilde no permitía al Regidor acercársele tras sus correrías, y como siempre estaba en ellas...
El Regidor no se cansaba de lamentarse y llorar por la ausencia de un heredero, su esposa callaba.
Temerosas las buenas y piadosas almas del lugar que la señora del Regidor se quedara improductiva, organizaron rogativas, procesiones, misas y rosarios
En vano, D.ª Matilde no concebía y no tenía más relación con varón que algún entretenimiento con Dom Genaro, su director espiritual y confesor, y esto no propiciaba, precisamente, sus embarazos.
Propusieron las matronas locales una estancia de D.ª Matilde en la hospedería del Monasterio, para ver si en su proximidad y con su influencia, llegaba a concebir, pues sería la alegría del Regidor y de toda la población.
Instalada la señora en la Hospedería, le asignaron una estancia con doble habitación y comunicada directamente con el Monasterio por la Iglesia, a través de la sacristía.
Fray Cándido, joven piadoso y culto religioso, de buen corazón y mejor ver, era el encargado de la sacristía y de las atenciones a D.ª Matilde y de D.ª Matilde. El buen fraile, conocedor de los misterios de la vida, se propuso instruir a su pupila en la ciencia de las relaciones interpersonales y otras.
No se sabe cómo, llegó a oídos del Abad la cátedra de Fray Cándido y Dom Genaro, celoso de su sacristán, se propuso asistir a ella y por ser Él el Abad, insistió en dirigirla. Tanto empeño ponían que, ahora, era doña Matilde la cansada y gastada, de manera que, cuando D. Celedonio se acercaba para cumplir con sus deberes maritales, ambos estaba agotados.
Y acaeció que el Abad y el fraile se enfrentaron por razón del contenido de la cátedra, con tal mala fortuna que, compitiendo ambos, el joven fraile, más animoso y fogoso que su superior, sufrió un infarto en el ejercicio de sus prácticas, falleciendo poco después.
El buen Abad, repuesto del susto, apenas consiguió, ayudado por D.ª Matilde, vestir y colocar a Fray Cándido en piadosa actitud orante.
El médico de la Abadía certificó el óbito del sacristán en el cumplimiento de sus obligaciones monásticas y, al mismo tiempo, el embarazo de D.ª Matilde, por la intercesión del Monasterio, de su Abad y de Fray Cándido en particular.
Pocos días después, en el funeral celebrado por el alma de Fray Cándido, el Abad gastó lo mejor de su oratoria en ensalzar la virtud del difunto, que fue capaz de ofrecer su vida a cambio de un embarazo en D.ª Matilde y un heredero para Don. Celedonio. El Señor se había cobrado una vida a cambio de otra.
Dom Genaro de la Pureza de Santa María Magdalena, a pesar de haber necesitado la proximidad de D.ª Matilde y la vida de su sacristán, aumentó considerablemente su fama e influencia y el Regidor, emocionado y radiante, colmó la Abadía con nuevos territorios y los impuestos de otros muchos.

LA PEPONA

LA PEPONA
Cosas de mujeres


Desde muy niño y hasta hace pocos años tuve una memoria gráfica bastante viva, aunque ahora sea poco precisa. Los recuerdos que expongo se remontan a los primeros años de mi vida; de hecho, esta historia se inicia cuando tenía apenas cuatro años.
Padecía, ya, de fuertes jaquecas, eran tiempos de la posguerra, con su autarquía y sus inherentes carencias. los analgésicos escaseaban y su eficacia dejaba bastante que desear. Para suplirlo, mi madre preparaba un barreño de infusión de manzanilla, yo metía en él los pies y me cubría con una manta. Los efluvios tranquilizadores de la infusión conseguían relajarme, y poco a poco entraba en un sopor que me permitía recuperar el sueño, la tranquilidad y el descanso.
Una noche, en medio de una fuerte jaqueca, llamé a mi madre una y otra vez, con insistencia, y ella no vino. Finalmente, cuando por el dolor, la angustia de verme abandonado, la excitación y el cabreo, estaba al borde de la desesperación, apareció mi padre, que, en vano, trató de relajarme. Después de explicarme que mi madre no podía venir, que no se encontraba bien y ante mi insistencia por conocer qué le pasaba, me dijo, como una razón mágica: “cosas de mujeres”.¡Qué leches podía imaginar a mis casi 4 años que era eso de cosas de mujeres!. Además, a esa edad, los gestos grabados en nuestra mente son más eficaces que las palabras nuevas, sean de la calidad que sean, y en aquellos instantes, mi jaqueca necesitaba del barreño y su parafernalia para desaparecer.
El buen hombre hizo lo que pudo, aunque consiguió mitigar la angustia, mi dolor de cabeza seguía y golpeaba mis sienes como si éstas quisieran explotar. ¿Cómo expresar mis sentimientos de agradecimiento y devoción hacia mi padre por su comportamiento aquella noche?
El cariño que, recuerdo, me mostró en aquellos momentos, todavía hoy me hacen sonrojar y asomar algunas lágrimas


Después de un buen rato, cuyos sufrimientos, sensación de abandono y no saber a qué pared arrimarme no olvidaré jamás, reapareció mi padre todo sonriente y mirándome, a modo de excusa, nos enseñó una hermosa niña que llevaba en sus brazos .diciéndonos: Hemos tenido una niña.

¡A mí qué me importaba; mi interés se centraba en el barreño y en los baños de pies que me quitarían la jaqueca. No sé cómo se las apañó mi padre, y tampoco recuerdo cómo terminé yo la noche.

La nena, sí, era preciosa, como aquellas muñecas peponas que había visto en los escaparates de las tiendas de juguetes; caritas redondas, largas y negras pestañas, ojos redondos y muy abiertos, mofletudas y un rebol en cada una de sus mejillas. Estas peculiaridades las mantuvo hasta bien entrada en la adolescencia.
Nosotros ya éramos tres hermanos, todos chicos. Una niña representaba una novedad, pero era una cría y no nos hizo ninguna gracia, aunque fuese aceptada, sin más.

Pasaron algunos años durante los cuales, cada vez que mi madre o alguna tía, la criada o la niñera estaba indispuesta, si preguntabas por su dolencia y te contestaban: cosas de mujeres, yo siempre esperaba ver aparecer a alguien con una pepona en los brazos. Cuando ya supe de las indisposiciones femeninas, olvidé el asunto. Nunca me gustó que los adultos, para referirse a las periódicas indisposiciones femeninas usasen la expresión de “cosas de mujeres”.

Muchos años después mi hermana se casó y su tercer hijo resultó ser una niña; lo primero que me vino a la mente, al verla al día siguiente de su nacimiento, fue: “cosas de mujeres”, una pepona
Cuando mi sobrina, ya crecida, tuvo su segunda hija, coincidió que nos encontrábamos en su ciudad y fuimos a visitarlas a la clínica. La historia se repite y en mi mente aparece: “cosas de mujeres” una pepona.
Efectivamente, mi sobrina nieta, como su madre y su abuela representaban la famosa muñeca cuyo nombre no podía ser otro que: UNA PEPONA “COSAS DE MUJERES”

martes, 20 de enero de 2009

Invitación al Forense

A MIS COLEGAS “FORENSES INCOMPETENTES”


Acabo de leer el correo remitido por mis distinguidos colegas y del que han tenido a bien hacerme partícipe y a quienes, sin ánimo de polémica, quiero manifestarles algunas molestias que me ha producido y ayudarles, si mi pobre experiencia lo permite, en la solución del difícil asunto que les ocupa.
Sí, me he sentido particularmente molesto por la cantidad de expresiones de menosprecio, que exhala, a la profesionalidad de nuestras personas. En aras de la humildad sólo, creo que podemos aceptar, sin más, palabras tales como ineptitud, incompetencia etc..
También me ha molestado el no haber tenido conocimiento de la posibilidad de recabar el apoyo del apreciado y distinguido colega Dr. Samanes. Es verdad que después de la sesión clínica del pasado 26 de diciembre, desaparecí nada más comenzar la sesión práctica, por lo que pido disculpas, aunque os explicaré las razones de mi abandono: Nada más llegar al laboratorio (“Encuentros” quiero recordar) se me requirió una aportación para el mantenimiento de nuestras estructuras y una vez satisfecha, la querida colega me obsequió con un cuenco de agua con agujeritos, una rodajita de limón, unos trocitos de hielo y algo más que no supe distinguir, pero el conjunto levantaba la moral y otras cosas. Así estuvimos estudiando un ratito con unas/os y otras/os. Pero como sabéis mi estructura básica está algo deteriorada, mi espalda y mis piernas empezaron a protestar y a gemir, sintiéndome la mar de incómodo. Creí que había llegado el momento de renunciar a vuestra entrañable compañía, así que apuré mi brebaje y me marché a mi casa.
En un principio pensé que mi agotamiento se debía al hecho de haber estado más de 3 horas seguidas sentado , al caminar desde el curso a la sesión (eso sí, en la buena compañía del Ángel Exterminador), a las emociones y otras sensaciones. Una vez en mi casa,,ya acostado, como Morfeo tardaba en acogerme en sus brazos, repasé esta parte de los acontecimientos del día, llegando a la conclusión de que mi molestar locomotor radicaba en la sensación de envidia y de impotencia al ver a unos y otras (unas y otros) bailando juntitos, disfrutando de innumerables sensaciones agradables todas ellas. ¿Dónde iba yo?, si alguien aceptaba enlazar un bailecito conmigo, a parte de mi ciencia en el arte de la danza, mi torpeza locomotriz y mi sobrepeso hubieran permitido a los pies de la osada acordarse de toda mi familia... amen del riesgo de rodar por los suelos. y esto no hubiera estado bien visto; eso de los revolcones en público... Estos pensamientos han sido ratificados al ver las instantáneas tomadas del evento.

No pretendo extenderme en demasía, por lo que paso a sugeriros algunas experiencias prácticas acumuladas humildemente, hay que reconocer, a lo largo de mi dilatada carrera profesional atendiendo a pacientes que si bien no me han admitido jamás solicitar unos honorarios por mis servicios, aún tengo que atender al primer paciente que se me queje. Vaya lo uno por lo otro.
Lo primero que hay que pensar, a la hora de encontrarse con un presunto fiambre, es cómo lo vamos a conservar mientras decidimos si certificamos óbito o lo mantenemos como presunto. Si lo guardamos en frío, tenemos la seguridad de que si está muerto, se nos mantiene en buenas condiciones de finado, pero nos dificulta una prueba de su deceso: la pestilencia que exhalará y nos embargará a las pocas horas, si lo conservamos bien arropadito junto a una estufa. Si por, el contrario, está todavía vivito, aunque no colee, si el frío no lo remata será porque ha dado tal berrido, ante los primeros síntomas de congelación, que lo hemos sacado del frigorífico.
Una vez usados todos los sistemas de primeras actuaciones con resultado poco esclarecedor, podemos tratar de asir sus gónadas e imprimirles una serie de movimientos de contracción y de rotación o torsión y os juro que , si el que jura no es él, será porque esté bien muerto.

Por lo que respecta a las causas de la muerte, ya habéis apuntado algunas. No quiero insistir, pero me surgen tres o cuatro ideas:
- Quien lo sustituya tendrá alguna razón para desear su desaparición, él nos podrá decir cómo lo ha liquidado.
- Los 20 escritores-facultativos, yo creo que como Fuente Ovejuna. ¿Qué más nos da?
- Si consideramos todos sus aspectos EX, podremos encontrar quien le haya tirado de las orejas, aprovechando su inmovilidad, hasta alcanzar esa dimensión algo inapropiada. No convendría olvidar la posibilidad de que ante la pérdida de la sensación auditiva y su afán por escuchar más allá de lo debido, sus pabellones se hayan ido extendiendo y alargando hasta no dar más de sí.
- Respecto a la sobredimensión de sus brazos, deberíamos preguntarnos a qué, a quién o quiénes quería abrazar o estaba abrazado...
- Para mí lo más significativo es la sonrisa. El muy infiel se estaba burlando de todos y cada uno de nosotros. Nos había puesto el caramelo de la publicación en la puntita de los labios y nosotros todos, muy cretinos, entramos al trapo: todos asistimos a la cena, que además tuvimos que pagar nosotros. Ahora tenemos un fiambre, (¿?), espero y deseo que sí, tenemos que realizar el examen post-mortem y encontrar al asesino. Buscar de qué ha muerto puede ser nuestra tarea, pero quién lo ha matado, es tarea de la policía y ésta no es tonta, investigará y aclarará las coartadas
¿No creéis que tal vez sea hora de, y a la postre más rentable, irnos todos de vacaciones? .
Marchémonos y disfrutemos, el viernes con el sustituto y el eminente colega y otro día, a ligar al Monasterio de Veruela.
Hasta entonces; yo me tengo que dedicar a terminar otras labores que debieran haber estado ya y que he aparcado para enviaros mi colaboración.
Besos y abrazos